jueves, 29 de diciembre de 2011

La cena



Aquella tarde cuando entré en casa mi olfato me dijo, "Nicolás ya es Navidad", los aromas se entremezclaban en mi mente, pollo, roscos de anís y el caldo para la sopa de tomate, una comida muy especial para una noche muy especial, durante un pequeño instante me detuve en la entrada de casa, quería disfrutar hasta el ultimo aroma, mientras me extasiaba, una melodía de Antonio Machín, que provenía de la vieja radio, daba paso al consultorio de Elena Francis, la devoción de mamá.

Mi madre no notó mi presencia, sentada en la penumbra de la cocina escuchaba atentamente el casi susurro de la radio, sacó un pañuelo del delantal y se enjugo las  lagrimas, se levantó dirigiéndose a la pequeña cocina de carbón donde burbujeaba la sopa, levanto la vista y al verme sonrió.

- Hola, ya estas por aquí, ven,  ayúdame a poner la mesa tu padre vendrá dentro de un momento, espero que llegue antes que tus tíos y tu hermano con la loba de su mujer.

A mi madre nunca le gustó demasiado su nuera Armonía, demasiado moderna y un poco vaga, se la llevaban los demonios cuando veía a  mi hermano Bernardo con la camisa arrugada  y alguna mancha en el pantalón, pero claro nunca quiso entrometerse, tenia la esperanza de que el tiempo la  hiciese  cambiar, pero sobre todo le molestaba la forma en que mi cuñada se dirigía a mi hermano dejándolo en ridículo a las primeras de cambio y aunque Bernardo no le daba importancia mi madre no lo soportaba.

-          ¿ Mamá los tíos vienen al final a cenar.?

-          En principio si, tu tía Juana esta bastante recuperada de la operación  y el tío Floreal me dijo esta mañana que contásemos con ellos, de ninguna de las maneras está dispuesto a prescindir del pollo en pepitoria, que prácticamente solo  lo comía de año en año de hecho me ha pedido que  hiciese una poca de mazamorra para acompañar.

Mi tío Floreal era hermano de mi madre, a mi siempre me gustó su forma de ser, era divertido además de ser cariñoso con todos, especialmente conmigo, a mis catorce años era el único de la familia que me hablaba de chicas y que se interesaba por mis cuestiones amorosas, llevaba muchos años trabajando en Suiza, emigró cuando se casó y venia cada seis meses durante un par de semanas, ahora tenia un permiso especial por la operación del pequeño quiste que le había salido en un pecho de tía Juana.

Hasta donde mi recuerdos alcanzan, siempre he recordado a mi tía Juana como alguien de la familia incluso antes de casarse, siempre por casa de día y muchas veces de noche, ayudando a mama, cuidando de mi o simplemente por no estar sola en su casa, sobre todo en los largos días de soledad y las largas ausencia de mi tío, tía Juana era  de semblante serio y de aspecto frío, pero nada mas lejos de la realidad.

-          Es extraño que tu hermano no haya venido, me dijo que como muy tarde estarían por aquí a las ocho y pasa media hora, espero que no pongan una excusa como el pasado año y al menos vengan un rato.

La radio continuaba alternando música de villancicos y  largos diálogos, súbitamente sonó el aldabón de la puerta, velozmente me dirigí hacia la entrada , abrí la puerta,  mire a un lado y otro, para mi sorpresa, no había nadie, me pareció extraño, cerré  encaminándome de nuevo  hacia la cocina, antes de entrar en la misma, de nuevo el llamador de la puerta, sonó con dos golpes secos. Me paré  y con cierta precaución abrí la puerta de nuevo, un pequeño escalofrío recorría mi cuerpo, en la puerta no había nadie, con cierto miedo  por lo extraño de la situación me asome a ambos lados  pero tampoco había nadie, de un portazo cerré y sin saber porqué corrí hacia la cocina, mi madre debió de ver mi extrañeza y miedo en los ojos y dirigiéndose a mi con una sonrisa de diversión me dijo.

-          ¿ Nicolás, que te pasa, quien ha llamado a la puerta.?
-          Mamá dos veces he abierto y no hay nadie, yo no abro más.
-          Anda Nicolás abre la puerta que es tu tío que es un bromista y está riéndose de ti. Mira el aldabón y comprenderás lo que te digo.

Me dirigí de nuevo a la salida y cuando estaba con la mano en el cerrojo para abrir, de nuevo dos golpes secos,  que hicieron dudar de mi valentía, sobreponiéndome y con mucho miedo abrí la puerta,… nadie.. Miré como mi madre dijo al aldabón, una enorme mano de metal con una bola, pero…, que… para mi sorpresa un fino hilo estaba atado a la mano de metal, cuando fui a coger el hilo, este se tensó y de nuevo un golpe de aldaba,  entonces lo comprendí todo, tome el hilo y me encaminé hacia la otra punta, es ese instante escuche una enorme risotada que salía de la esquina de casa.

-          Sobrino, te has acojonado, no lo niegues, hacia años que no me divertía tanto, dame un abrazo “Gorrión”.

Era el único en el pueblo que me llamaba gorrión, y por supuesto el que me daba aquellos efusivos abrazos, cada vez que me tenía a su alcance, no tenía ninguna duda, me quiso con locura desde muy pequeño, a veces pienso que quizás el no haber tenido hijos hizo que tuviese mucha pasión por mi. Venia acompañado por mi tía Juana a la que de inmediato y cuando me pude librar del abrazo de oso, besé en ambas mejillas.

-          ¿ Que tal estas, tía.?
-          Bueno, poco a poco mejora, espero que el bruto de tu tío no te haya asustado, siempre esta igual, nunca dejará de ser un chiquillo.

Ya en la cocina, mi tío abrazó a mi madre cogiéndola en volandas, mi madre fingía que le asustaba pero la verdad es que le encantaba como su hermano la trataba.

-          ¿ Oye, Carmencita, todavía escuchas a Elena Francis ?, anda pon otra cosa que a esa la paga el régimen, no hay villancicos flamencos, vamos sobrino dale una vuelta al botón a ver  si coges al menos  radio Peninsular, así nos enteramos de lo que pasa en España, porque desde que estoy aquí no me entero de nada.

-          No le digas eso al chico, le recriminaba mi madre, no le metas ideas en la cabeza.  Ya sabes que a tu hermano no le gustan las cuestiones políticas que aquí te encierran por nada.

-          Por cierto, soltó mi tío, me he encontrado esta tarde a Bernardo en el bar de la Plaza, me ha dicho que está noche no vendrían, que Armonía está en cama con dolor de cabeza, que te lo dijera, sabes que le dije, que no es que tuviera dolor de cabeza, es que ella es un dolor de cabeza.

A mi madre se la veía contrariada,  pero a la vez tenía una expresión entre irónica y poco sorprendida.

- Bueno, donde tiene mí cuñado el vino bueno, por cierto por donde anda, lo vi  esta tarde  por la Plaza de la Falange con el Gervasio el de la farmacia, iban tan entretenidos discutiendo que ni me vio.

Fue como una mirada fugaz la que intercambiaron mi madre y mi tía Juana, los años habían hecho de  la complicidad  entre ambas un universo sincronizado, mi madre sacó una botella sin etiqueta de la despensa y tres vasos, cuando había llenado dos mi tía le dijo que ella tomaría agua.

-          Sobrino, vayámonos al salón a ver como cuidas la chimenea, que esta noche hará mucho frío mientras te cuento como es Suiza y sobre todo como son las mujeres suizas, añadiendo socarrón, que aunque para mi solo existe mi Juana, lo digo porque igual algún día emigras conmigo, como aquí el trabajo está bastante negro.

-          Floreal, como eres, replicó Juana

Mientras abandonábamos entre risas la cocina, pude ver como mi madre y mi tía hablaba casi en susurros, solo pude entender de forma entrecortada.

-          Por Dios,... Gervasio, otra vez……….

Aún recordaba que hacia un año aproximadamente en casa se hablo mucho de Gervasio, mi padre, mi madre, mi tía, yo  nunca entendí muy bien lo que pasaba, solo escuche frases sueltas y siempre me mandaban que fuese a mi cuarto.

-          Viejo verde, …….. canalla....

Mi padre, se retrasaba, ya estábamos los cuatro en la mesa, mi tío ya se había tomado tres copas de vino, su locuacidad aumentaba por momentos, hablaba de las nevadas montañas suizas, de los paisajes nevados y de los verdes prados a la llegada del estío, siempre nos traía unas tabletas de chocolate nos  decía que era el mejor del mundo y la verdad es que era extraordinario aunque no teníamos mucho donde comparar.

La mesa estaba puesta, sencilla, pero vestida de navidad, mi tío atizaba el fuego mientras  mi madre y  tía  Juana hablaban en voz baja, preocupadas de no levantar la voz demasiado, mi madre miraba de reojo el reloj que sonaba monótono, le intranquilizaba la tardanza de mi padre, en la noche de nochebuena todos nos reuníamos en torno a la mesa y por primera vez ni mi hermano ni mi padre estaban en casa, disimuladamente mi madre  cruzaba miradas y gestos mudos con mi tía, incluso  a mi tío   se le notaba algo tenso era un bromista pero también era una persona que a las primeras de cambio se venia abajo, según mi tía era bueno pero "poca cosa".


El seco golpe del aldabón nos sobresaltó, pero a la vez nos extrañó, mi padre siempre llevaba llave, me levanté y abrí la puerta, mi sorpresa fue mayúscula, frente a la puerta mi hermano Bernardo con el rostro lívido me miró, saludó entre dientes de forma casi inaudible y entró en casa como alma que lleva el diablo,  a partir de ese momento los acontecimientos se sucedieron velozmente.


- Mamá,.... papa... está detenido ....... Gervasio ..... muerto ... Mama........, balbuceo mi hermano o al menos eso fue lo único que pude entender de su balbuceo.


Mi tío agachó la cabeza, no decía nada, mi madre se sentó un instante con los ojos rojos por las incipientes lagrimas,que ya durante muchos años fueron  sus  asiduas compañeras, mi extrañeza era proporcional a mi desconcierto, no entendía nada, mientras tanto en la radio se escuchaba ..


- Mi amable amiguita Linda Flor, como contestación a tu triste carta...............

Pasados los años pude entender que mi padre fue a la cárcel, de donde nunca saldría con vida, por una cuestión de honor, un honor llevado a los extremos que la educación  y moral machista de la época habían impuesto, y sobre todo por un episodio de ira incontenible de un momento de su vida, que por azarosas coincidencias coexistió con la Navidad.


Mi madre, mi madre lloró por la ausencia , lloró  por la muerte, lloró por la vida, siempre acompañada por su vieja radio y una vieja melodía.......


Espérame corazón,
si es que te vas primero,
espérame que pronto yo me iré,
allí donde tú estés.......

martes, 6 de diciembre de 2011

El coloquio de las moscas


Fue durante la siesta, la eterna siesta de nuestro  sur que con las calores de agosto hace las tardes interminables. En una de esas largas y monótonas tardes dos moscas, Zaul y Calra, que así se dieron en llamar, conversaban distendidamente sobre la vieja y deslucida  cortina que desde el bar mostraba sus rayas hacia la solitaria plaza .

- No veo la necesidad de cambiarnos de casa, aquí tenemos cuanto necesitamos, cambiar solo por cambiar no nos puede traer nada bueno, ya sabes como esta el mundo, le decía Zaul a su compañera .

- Pero yo quiero ver el mundo, estoy harta de vasos y platos y estoy harta de viejos que juegan cada día a las cartas, necesito aires nuevos que me den algo de vida, no lo aguanto . Esta situación es tediosa y triste, quiero ver las caballerizas reales, quiero ver los vertederos del mundo y los puertos de mar donde los pescadores descargan sus mercancía de vida para el mundo, respondía Calra, que de pronto en un arranque de rabia voló de las cortinas hacia un vaso semivacio  de café que había quedado olvidado en un rincón de la barra.

Zaul llegó junto a Calra y tomándose un instante para saborear los restos de azúcar que esparcidos quedaron en el plato donde reposaba el vaso, miraba a Calra y no llegaba a entender el porqué alguien quería cambiar una apacible vida por lo desconocido.

- Ademas, aquí nadie me entiende, nadie me habla, piensan que estoy un poco ida,  tampoco tengo padres, soy una mosca extraña en un mundo extraño para mi, se que tengo poco tiempo, mis padres han muerto y los padres de mis padres y los padres de mis ancestros, repiqueteaba monótona Calra.

- Quiero saborear, quiero oler, quiero sentir la vida a través de mis sedas sensoriales, quiero ser la mosca que pique a un caballo , quiero ser un espíritu indomable, quiero saborear las tiernas pieles de los niños ,aquí solo quedan pieles duras, viejas e insensibles, continuó Calra.

Zaul cada vez mas nerviosa movía sus patas rápidamente sobre el plato, incluso no vio una dulce roca de azúcar que quedó atrás, desde hacia mucho tiempo Zaul y Calra habían sido la pareja ideal e independiente del bar, prácticamente ninguna otra mosca se les acercaba simplemente eran diferentes.

- Mira podemos hacer una cosa, esperamos unos días y si en ese tiempo mantienes la idea nos marchamos juntas, le espetó Zaul  en el secreto deseo de que pasados unos días Calra se olvidase del asunto.

- No, está decidido en un rato me marcharé, volare hacia donde se pone el sol y mañana, mañana  amanecerá un nuevo día en el que mis deseos mas íntimos se cumplan sin remisión y está decidido me  marcharé, tanto si me acompañas como si no, afirmó Calra con contundencia.

Zaul que había sido siempre una mosca indecisa desde que nació no salia de su asombro, y solo pudo decir.

- Lo siento pero yo no lo veo claro, me da un poco de miedo, no me marcharé de aquí, aquí tengo cuanto deseo, cuanto necesito.

En un arranque de furia Calra levantó el vuelo. Como si quisiese despedirse de su monótono mundo voló y voló por la estancia del bar,  mesas, sillas, cristales cálidos, por la cocina semivacía  incluso se poso en el hombro del camarero un instante como si quisiese decirle adiós. Ese que aunque mas de una vez le tiró un manotazo en el fondo le tenia cierto aprecio.

Mirando a Zaul mientras volaba  dijo Adiós con los ojos, como solo las moscas saben decirlo ,un adiós para siempre.

Calra se coló entre las rendijas de la rayada cortina. Lo primero que sintió fue una cegadora luz,  la luz del verano de Sur.  Tuvo que posarse en el marco exterior de la puerta, estaba deslumbrada. Durante un instante sus ojos se habituaron a la claridad y lo primero que vio fue un enorme perro que dormitaba a la sombra. La curiosidad innata le hizo posarse junto en la oreja del animal. Fue moviéndose poco a poco  en dirección al morro del perro, desde allí la verdad es que se veía la calle, solitaria, calurosa  calle de verano. Nerviosa de emoción no dejaba de andar hacia la nariz del animal, cortos paseos de arriba a abajo.

De pronto el perro que parecía profundamente dormido hizo un movimiento rápido, muy rápido  tremendamente rápido que hizo que Calra acabase en la boca del animal que tranquilamente se la tragó y siguió dormitando a la sombra de la acacia.

En el interior del bar Zaul , la mosca mas timorata, envidiaba a Calra y ya había empezado a echarla de menos, sobre un trozo de azúcar soñaba en su amiga y las múltiples aventuras , los mundos nuevos que ya disfrutaría en su periplo hacia sus sueños y que Zaul  jamás disfrutaría,  pero bueno el azúcar también estaba en su punto.......