viernes, 27 de noviembre de 2015

El gato negro de la papelera









Mientras estiraba miré el cielo, amenazaba lluvia. No se muy bien porque no me quedé esa tarde en casa. Prácticamente no había visto a ningún paseante por el parque, solo la chica del pantalón ajustado que pasó como una exhalación. Estiraba los músculos con cierta parsimonia, como si retrasase el inicio de la carrera. Una tenue luz atravesaba el frondoso pinar dibujando claroscuros en el camino de albero, una tarde amenazante y extrañamente hermosa. 

Comencé el recorrido con un  trote cansino, con paso aburrido diría. Respirar acompasadamente, ese era mi único objetivo, aun eran pocos días desde que decidí retomar de nuevo la practica del footing. El parque estaba lleno de caminos y senderos transitables para la carrera, personalmente el que mas me gustaba era el más cercano a la ribera. La arboleda era tan tupida que no permitía pasar al sol, formando una especie de túnel al juntarse ramas de ambos lados del camino. Se creaba  una penumbra agradable y fresca en las tardes tan bochornosas.

Después de 30 minutos de carrera notaba mis piernas cansadas, el aire me faltaba. Tenia que parar. Levanté la cabeza y me puse como meta el viejo banco de madera que estaba semioculto entre la descuidada vegetación. En un ultimo esfuerzo alcancé el banco,, paré , me faltaba el aire, flexioné las piernas y la cintura dejando caer mis brazos, ensanchaba mis pulmones. Durante unos instantes cerré los ojos intentado relajar cada músculo de mi cuerpo, lo necesitaba.

Cuando recuperé la respiración me incorporé, comencé a dar unos pasos, justo en ese momento llamaron  mi atención dos gatos que estaban plácidamente sentados en medio del camino. Dos pequeños gatos, parecían cachorros. Nunca me gustaron los gatos. Me había fijado que junto a la vegetación  algunas personas depositaban restos de comida, algunos días se veía algún gato comiendo de estos. Pensé que los animales se asustarían en la medida que me acercara a ellos. Mi sorpresa fue mayúscula al ver que me acercaba y los gatos no movían un solo bigote. Casi a un metro y nada, solo me miraban fijamente con unos ojos verdes de belleza casi aterradora. 

Como observaba que los gatos no se movían, opté por salirme  del camino pisando los jaramagos del borde. Mi sorpresa fue en aumento al observar dos nuevos gatos que aparecieron de pronto y ocuparon el espacio por donde pretendía pasar. Me detuve. Recordaba que los gatos se asustaban fácilmente al gritarles. Así lo hice, emití un fuerte grito abriendo los brazos. Mi piel se erizó a la vez que gritaba, pero los gatos ni se inmutaron.

Instintivamente mire hacia el fondo del camino, esperaba ver a alguien por el parque, pero no por pedir ayuda, sino por saber si alguien estaba observando la escena y me había visto gritar y gesticular a unos pequeños gatos. Afortunadamente no había nadie en las cercanías. Mi sentido del ridículo siempre fue superlativo. Apenas me di cuenta pero percibí que el silencio se había adueñado del parque, ni un solo  pájaro cantaba. Observé las ramas de los árboles, quietas como fuesen esculturas. El viento detenido  por completo, el silencio era casi sepulcral. Noté que un  sudor bañaba mi rostro.

Vi como los gatos se juntaban entre ellos y se sentaban mirándome con fijeza. No sabia que hacer. Hice el intento de salir por el otro borde del camino. Di dos pasos rápidos lateralmente pero otros tres gatos, estos de mayor tamaño, ocupaban ese margen del sendero. Noté como las pulsaciones en mis sienes golpeaban como martillos, creo que si hubiese habido alguien cerca los habría  escuchado con nitidez. Pensé en volver hacia atrás, por el camino por el que había venido. Di media vuelta. Mi corazón estuvo a punto de estallar. El camino de vuelta también  estaba ocupado por un indeterminado número de gatos.

No sabía como actuar. Nunca había sido apocado pero por momentos estaba perdiendo los nervios. Comencé a tener un cierto miedo. En un impulso irrefrenable  comencé a andar en dirección a los gatos. de nuevo un escalofrío recorría mi espalda. Detuve mis pasos en seco al observar como los gatos se juntaban curvando su lomo y emitiendo un maullido que ponía los pelos de punta. Recordaba de mi niñez que ese era el comportamiento de los gatos cuando se acercaba para atacarlos, su mayor enemigo, el perro. De nuevo me detuve en seco, comenzaba a temer por mi integridad.

Pude vislumbrar  un ramal del camino, en dirección al río. En ese trayecto no se veía un solo gato. Tomé la determinación de salir por ese sendero que, aunque poco transitado y lleno de hierbas que crecían salvajemente, llevaba a la pasarela y a la salida norte del parque. Comencé a andar, con cierta sorpresa observé como me escoltaban los gatos. Miré hacia la arboleda, las ramas que cruzaban el camino estaba repletas de gatos que me miraban con fijeza. Jamás había visto tantos gatos juntos. Después de la bajada y de un primer recodo, había una papelera de madera y sobre ella un gato negro, enorme. Si hubiese sido un pintor, de tantos como pululaban por el parque captando bellos rincones, habría tenido predilección por la hermosa silueta de gato negro.

Llegué a su altura, los felinos rodeaban la papelera, quedamos frente a frente. Miré a los ojos del animal, me parecían de un color amarillo oro. No se porque, pero el nerviosismo y el miedo anterior habían desaparecido por completo. Una sensación de placidez incontrolada invadió mi cuerpo, mi mente. Cerré los ojos y una multitud de imágenes pasaban por mi cabeza. Personas hablando, niños jugando, un hombre con un chándal rojo paseaba, una chica morena con una camiseta verde fluorescente  corriendo por el parque. Las imágenes volaban, comenzó a dolerme la cabeza. Pero las imágenes no cesaban, quería abrir los ojos pero las imágenes continuaban como una vieja película. Oía unos gritos,  voces, los árboles se mecían al viento. Veía el rostro del hombre del chándal rojo, una cara de las que no se olvida con facilidad. De mediana edad, pelo totalmente blanco, Desde la comisura de su boca tenia una cicatriz que bajaba hasta la barbilla, la cicatriz daba un aspecto extraño a la boca.

La cabeza me dolía, abrí los ojos. Miré la papelera, el gato había desaparecido. Levanté la vista y en las ramas solo dos mirlos jugueteaban. Los gatos no estaban, como por arte de magia habían desaparecido, no quedaba ni un solo felino en los alrededores. Con asombro, pensé que solo se trataba de un sueño, miré a mi alrededor, un grupo de cuatro mujeres, con un cierto escándalo, caminaban por el sendero. Decidí volver trotando hacia el coche que estaba justo en el borde del parque detrás del depósito de aguas. Mientras estiraba vi nítidamente en mi mente las imágenes recientes, el rostro del hombre de la cicatriz me martilleaba obstinadamente.

Mientras tomaba una ducha la cabeza no dejaba de repetir imágenes de gatos. Parecían tan reales. Dejé que el agua caliente corriese por mi piel, siempre me relajaba sentir ese calor. Salí de la ducha y apenas me acordaba de los gatos cuando sonó el teléfono, era Marina.

- Hola.
- Hola Julio, mañana tengo un hueco y voy al parque a correr un rato. ¿Te apuntas?
- Sin problema, salgo del trabajo a las cinco, nos vemos a las seis en el aparcamiento de la piscina. ¿Te parece?
- Perfecto, tenemos una hora de luz. Te dejo mañana nos vemos.

Colgué el teléfono y me dispuse a cenar algo. No tenia demasiada hambre, estaba cansado. Después de cenar me quedé dormido el sofá. No se cuanto tiempo había pasado cuando me desperté sobresaltado. Sudaba copiosamente. Había tenido una pesadilla, en ella aparecía la chica con  camiseta verde  fluorescente que me miraba con terror. En un instante golpeaba a la chica con furia. La sangre comenzó a empapar la camiseta verde. 

Adormilado me dirigí a la cocina y tome un vaso de agua, tenía la garganta  seca y el cuerpo sudoroso. Me metí en la cama y quedé dormido profundamente.

Al día siguiente no recordaba apenas la pesadilla. A las seis esperaba a Marina en el aparcamiento. Estiraba los músculos con una cierta apatía cuando vi llegar a la chica de mis sueños, y digo de mis sueños porque solo en sueños la tendría. Me consideraba un buen amigo y nada más. Hacia tiempo que estaba enamorado de ella pero Marina solo sentía un buen aprecio por mí, como amigo.

- Hola Julio, veo que ya has estirado, dame tres minutos y empezamos, dijo Marina mientas besaba mi mejilla.

- No hay problema.

Note la calidez de su mejilla. La miré de reojo mientras estiraba, tenia un cuerpo precioso. Empezamos a trotar suavemente y fuimos acelerando el ritmo en la medida que avanzábamos al interior del parque. Charlábamos con frases cortas y algunos monosílabos. Cuando llevábamos mas de 45 minutos de carrera y llegamos al final del recorrido marcado me di cuenta que el parque estaba muy concurrido. Miré a ambos lados del camino buscando los gatos del día anterior. No había un solo gato en el recorrido. Pensé que todo formaba parte de la pesadilla de la noche anterior. Mi cabeza jugaba con mi realidad.

Aquella noche cené con Marina en la pizzería de la calle de atrás de casa. Mientras cenábamos y hablábamos animadamente me hice ilusiones y pensé que Marina querría subir a tomar una ultima copa y quizás….. Nada más lejos de la realidad. Al salir de la pizzería me dio un beso en la mejilla y se despidió diciendo que me llamaría. Decepcionado por enésima vez tomé el camino de vuelta por el callejón que daba a espaldas de la entrada del palacio de la Marquesa de Entrerrios. La calle estaba muy oscura solo una farola iluminaba tenuemente el recorrido. Justo a la altura de la farola observé un pequeño movimiento. Un pequeño gato blanco se acercó a mí. Se paró en medio de la calle maullando débilmente.

- Pobre gatito, ¿Que te ocurre?

Me agaché y cogí al animal en mis brazos, nunca me gustaron los gatos, pero tan pequeños siempre me inspiraron ternura. De pequeño me encantaba ver como perseguían una simple cuerda cuando la arrastrabas por el suelo.

Cuando levanté la vista hacia la calle y en la oscuridad pude apreciar un enorme gato negro. Diría que era el mismo gato del parque, el que me atormentaba en mis pesadillas. Mi piel se erizó de inmediato. Un escalofrío recorrió mis brazos y piernas. El gato miraba mis ojos con fijeza. De nuevo por mi mente comenzaron a pasar imágenes del parque. Veía nítidamente al  hombre del chándal rojo y pelo blanco, corría por el camino de la ribera y miraba hacia atrás de vez en cuando. La puerta del viejo molino estaba roja, me acerqué, toque la puerta y mis manos se llenaban de sangre. Intentaba limpiarme la sangre pero esta no se iba. Mis pantalones de deporte y mi camiseta estaban completamente manchados de sangre. Todo en mi mente se tornaba rojo.

Abrí los ojos. En mis manos estaba el pequeño gato que maullaba dulcemente. Miré a mí alrededor. Ni rastro del gato negro. El gatito, inesperadamente, hizo un movimiento brusco y saltó de mis manos al suelo desapareciendo en la oscuridad tal y como apareció. Volví a casa e intente leer un rato. La imagen de la puerta del molino ensangrentada se repetía una y otra vez. Con un fuerte dolor de cabeza dejé aun lado el libro y  me metí en la cama, aunque me costó al final caí vencido. Durante la noche el sueño del parque se repetía machaconamente.

A la mañana siguiente desperté de nuevo empapado de sudor. En la ducha recordaba nítidamente el sueño. Preparé tostadas y un buen café cargado, lo necesitaba. Puse la televisión y justo en ese momento estaban emitiendo noticias a través de un cartel que aparecía en pantalla.

< Así pues se ruega que si alguien dispone de  alguna información al respecto se pongan en contacto con la Policía, Teléfono 091 >

De repente el vaso del café cayó de mis manos derramando el negro líquido en la mesa. Junto con el cartel se veían imágenes de la puerta del molino que aparecía en mis sueños. Dos policías  sacaban una camilla cubierta por una sabana. De repente cambiaron la noticia. Frenéticamente comencé a cambiar de canal buscando si la noticia estaba en otra cadena. Nada solo había programas de entretenimiento y publicidad. Cogí el portátil y me conecté a Internet. No había ninguna noticia al respecto. Decidí entrar en el portal de la policía. Allí estaba la petición de colaboración ciudadana.

Los hechos habían ocurrido en el parque donde corría cada tarde. Una mujer de unos 27 años había aparecido muerta en el interior de uno de los molinos que jalonaban el río. Describían su indumentaria, la cual  coincidía con la camiseta verde fluorescente de la chica del sueño. Había sido violada y posteriormente golpeada con saña con la rama de un árbol. Su cara estaba destrozada, irreconocible.

En estado de shock, las imágenes de mis pesadillas  recientes  pasaron nítidas por mi mente. Decidí ponerme en contacto con la policía, aunque no sabía muy bien que contarles.

-          Policía, dígame.

-          Buenos días, no se por donde comenzar, es en relación a la noticia de la chica muerta en el parque.

A continuación relaté al policía, telefónicamente, mis visiones y pesadillas recientes. Notaba incredulidad en mi interlocutor y lo más importante es que a mi mismo me costaba entender lo que estaba contando. Incluso llegué a ponerme en el lugar del Policía, si a mi alguien me cuenta esa historia de sueños, le mandaría a la mierda de inmediato. Sin embargo mi interlocutor muy amablemente me escuchó, formuló algunas preguntas con relación al hombre del chándal rojo de mis sueños. Al final me dio las gracias por la llamada. Quedé desazonado después de la llamada. Joder igual me precipité. Sentía una cierta vergüenza por contar mis pesadillas. La situación me parecía ridícula. 

Curiosamente a partir de ese instante las pesadillas y visiones del parque desaparecieron. En los siguientes días estuve tan ocupado en el trabajo que no pude salir a correr al parque. Marina me llamó un par de veces, me disculpé por la carga de  trabajo, aunque la verdad sentía una cierta pereza y quizás un poco de miedo de pasar cerca del  molino devolviese las pesadillas a mi cabeza.


Ocho días después del asesinato del parque  cenaba con Marina en la Terraza de Julio, el tiempo acompañaba. Julio había instalado un televisor para ver la final del Mundial de fútbol. Nosotros charlábamos animadamente, Marina se reía de mí cuando le conté mi llamada a la Policía.

-          Joder que valor, contar una pesadilla.

Entre risas dimos cuenta de la cena, observamos que la gente se levantaba de sus asientos. El partido llegaba al intermedio. Mi mirada se centró en la pantalla. Mi cara quedó blanca como la pared, Marina lo notó y me preguntó.

-          Te pasa algo, parece que has visto al diablo.

-          No te lo vas a creer, acabo de ver al hombre de mis pesadillas, el del chándal rojo.

-          Julio por favor puedes subir el volumen- Dije en voz alta.


< La policía informa de la detención de un sospechoso en relación al crimen del parque. El sospechoso es vecino  de la victima. En su domicilio  se han encontrado restos biológicos de la chica. Se informa que la policía ha obtenido su confesión, asimismo se informa que la rápida resolución del caso ha sido posible gracias a  una llamada telefónica. La chica una ferviente defensora de los animales pasaba por el parque todas las tardes para llevar comida a la colonia de gatos que viven en el parque, momento que el detenido la asaltó violándola  y causando su muerte con la rama de un árbol. La policía agradece la colaboración ciudadana.>

Marina me miraba con los ojos muy abiertos, la sorpresa nos sobrepasaba a ambos. En ese momento ambos vimos un enorme gato negro que cruzaba la calle con parsimonia.  Maullaba  suavemente.






jueves, 19 de noviembre de 2015

El juez




La mirada del juez Marquino no dejaba lugar a dudas. Estaba realmente cabreado. La mañana no empezó bien. Jasan le había abofeteado. Desde que se enteró de la infidelidad  con su mejor amiga, los días se hicieron eternos. Primero los llantos, después la indiferencia y esa mañana Jasan estaba realmente agresiva. Bajó a la cocina y sin mediar media palabra soltó una bofetada a su marido. De inmediato la taza de café cayó con un ruido estridente en el suelo de la cocina.

- Cabrón de mierda, veinte años para este final.

El juez Marquino bajó la mirada tomo el maletín y poniéndose la chaqueta se dirigió a la puerta principal, no quería discutir, le molestaban las discusiones eternas, sin salida, sin control.

En cinco minutos comenzarían las vistas preliminares. El Juez escribía nerviosamente sobre un papel en blanco, miro a la sala, estaba vacía. Le gustaba ver así la sala. Nunca quiso que la gente entrara al juzgado antes que el,  le gustaba decir que el  era un servidor público, y el público nunca debía de esperar. Los asistentes entraban en un silencio solo roto por pasos apresurados y por los siseos de los dos agentes que custodiaban la sala. Primero el publico, después el acusado entraba entre un silencio que inspiraba  respeto.

Entre una somnolencia monótona, el juez Marquino escuchaba la letanía del oficial del Juzgado, primer caso , el estado contra Whana Tussray. Miró a la acusada que le miraba a los ojos con insistencia , con cierto descaro, un descaro tan directo que hizo que el juez se sintiera incomodo por un instante. Había algo en su rostro que le parecía familiar, le recordaba a alguien, pensó. Con cierto nerviosismo  tomo el pequeño martillo de madera e inconscientemente lo soltó, provocando un golpe repentino que hizo que todas las miradas se dirigiesen al estrado.

Fiscal y abogado defensor desgranaban sus argumentaciones. El caso consistía en el asesinato del marido de la acusada en un arranque de celos al tener pruebas fehacientes de su infidelidad. El fiscal aportaba prueba tras prueba y la defensa monótonamente intentaba descalificar testigos y pruebas.

Marquino era conocido en los juzgados con el sobrenombre del "Implacable", raramente un acusado salía con una condena pequeña de su juzgado. Siempre buscaba y encontraba motivos para una condena a veces casi feroz. El juez escuchaba cansinamente, en ese momento pensó le quedaban cinco años para retirarse. Volvió a mirar a la acusada que le sonreía casi descaradamente. No pudo evitar retirar la mirada. Tomo el bolígrafo y empezó a garabatear mecánicamente. De pronto su mente despertó. La acusada era Whana Speedheart de soltera, Whana la chica mas popular de la universidad. A la mente del juez retornaron los tiempos de estudiante, alcohol y algún que otro  cigarrillo de marihuana.

Dios, no podía ser, pero si, era ella, la chica con la que perdió su virginidad en aquella fiesta loca en casa de Martin el pelirrojo. Su gran amor de juventud. Miró el expediente y encontró el nombre de soltera de Whana. No había duda era ella. Fue un curso maravilloso, y Whana, Whana era simplemente espectacular,  sus pechos eran famosos en el campus. No había hombre o mujer que no volviese la vista para mirarla  cada vez que ella pasaba. En el siguiente curso Whana ya no volvió a aparecer por la universidad, los rumores dijeron que se había casado, otros que se había marchado al extranjero, otros simplemente lamentaban que ya no les alegraría la vista.

A partir de ese instante la actitud de Marquino fue mucho más proactiva en el juicio. Preguntaba al fiscal sobre las pruebas existentes, incluso llegó a recriminarle que presentara alguna prueba circunstancial o que tal o cual investigación estaba incompleta. El propio abogado defensor, un jovenzuelo recién salido de la universidad algo atolondrado, se percató del cambio.

Whana ya sabía que Marquino la había reconocido. Sus ojos buscaban los del juez que evitaba en lo posible mirarla. Unas pequeñas lágrimas corrieron por sus mejillas que rápidamente fueron enjugadas por el pañuelo que tenia en las manos desde que entró en la sala y se sentó en el banquillo de los acusados.

- Sr. Fiscal, alega que la Sra. Tussray mató a su marido en un arranque de celos y me presenta solo pruebas circunstanciales y ningún testigo. Solo aporta  el informe de un psicólogo que atendió a la Sra. Tussray en el que se indica que la acusada en un estado de celos, probablemente, golpeó a  su marido con el atizador de la chimenea. Y la defensa alega que fue el marido el que golpeó a la Sra. y por ello la esposa al defenderse golpeó al marido que cayó contra el mueble escritorio causándole la muerte.

- Tiene algo más que presentar, Sr. Fiscal.

- Señoría aportamos una conversación telefónica grabada por el Sr. Tussray diez días antes de la noche de autos, en la que su esposa le insulta y le amenaza por haberle engañado con su secretaria. En la misma grabación se oye a la acusada  decirle a su esposo que  merece la muerte y que le matará.

- Protesto señoría esa prueba la desconoce la defensa, entendemos que no debe admitirse.

- Señoría ha sido un documento de ultima hora que desconocíamos que existía. Ayer mismo los técnicos de la policía lo hallaron  en el teléfono de la victima.

- Escuchemos esa grabación- dijo Marquino-.

El oficial del juzgado puso en marcha el equipo de sonido.

- Si, dígame.

- Maldito cabrón de mierda ahora lo tengo claro me engañas con tu secretaria. Te he visto a las puertas del Motel Pensacola y vi como la besabas al despedirte, tengo las fotos.

- Whana, estas equivocada debe de tratarse de un error.

- No me trates encima como una idiota. Se ve claramente que eres tu, ten al menos la dignidad de reconocerlo. Ya que has tenido la valentía de engañarme al menos ten la hombría de reconocerlo, aunque yo me río de tu hombría.

Después de un silencio la conversación continuaba.

- Pues si, te engañe y la verdad es que me gustó y seguiré haciéndolo cada vez que me apetezca.

- No vuelvas a casa, pondré tus cosas en la puerta. Puedes venir a recogerlas el sábado. No intentes entrar porque cambiaré la cerradura y si entras te mataré.

- Tú no tienes cojones de hacer eso. Entraré en mi casa cuando me apetezca y tu te aguantarás. Ni te imaginas lo que te haré como cambies la cerradura.

- Hijo de puta.......

Ahí acabo la grabación. El abogado defensor de inmediato manifestó de nuevo su protesta.

- No ha lugar, aunque si hay que recriminar a la policía su falta de diligencia para analizar el contenido del teléfono.

- ¿Alguna cuestión más?- inquirió el juez a las partes que negaron con la cabeza-

- Pues bien después de escuchar a las partes tengo que manifestar mi sorpresa al representante de la acusación. Hace muchos años que ningún fiscal ha presentado un caso con mayor número de pruebas circunstanciales en mi juzgado. Acusa a la Sra. Tussray  de la muerte de su marido. No presenta ningún testigo y espera que se juzgue a una persona por una cinta en la que se amenaza de muerte al marido, y en la misma cinta es el propio marido el que también amenaza a la esposa. Las pruebas no permiten determinar si la discusión y la agresión es comenzada por la esposa o por el marido. Donde el ministerio fiscal ve un asesinato, puede encajar defensa propia ante un ataque inesperado. No hay pruebas en un sentido o en otro. Solo las manifestaciones de la única testigo, la Sra. Tussray y es el Ministerio Fiscal el que ha creado un caso de asesinato por celos con pruebas cogidas con pinzas.

- No puedo admitirlo a tramite, al caso queda sobreseído, en mi opinión se trata de un caso de defensa propia ante un ataque del marido, en tanto no existan pruebas en contrario. La Sra. Tussray  debe de quedar en libertad de inmediato.- Dijo el juez golpeando al unísono con el mazo.

En ese momento Marquino miro a los ojos de Whana. Vio como sus ojos agradecían la decisión del juez. Una leve sonrisa, casi imperceptible se dibujó en los labios del juez que rápidamente abandonó la sala.

Después de varios juicios mas, el Juez Marquino abandonó el edificio de los juzgados. Volvía a casa andando, le gustaba dar un paseo, aparte de no tener demasiadas ganas de volver a casa y volver a la discusión con Jasan. Iba pensando en Whana. En su fuero interno sabia que su decisión se había visto influenciada por el pasado.

- Hola Stepy.

Ese nombre, hacia mas de treinta años que nadie le llamaba así, solo en la universidad y un círculo muy reducido le llamaba así. Supo que Whana estaba allí esperándole. Sentada en un banco del parque parecía una aparición del pasado. Marquino miro nervioso a un lado y otro del sendero solitario del parque.

- No te preocupes no tardare en marcharme.

- Whana, hace tantos años, que fue de ti, ¿porque dejaste la universidad?.- Las preguntas se amontonaban en la boca del juez.-

- Ya no importa demasiado, tuve que dejar la universidad para ayudar en casa, mi padre abandonó a mi madre y fui a ayudarla con el negocio familiar. El tiempo y la distancia hicieron el resto.

- Intenté localizarte, te mandé varias cartas a la dirección que había en el instituto, pero nunca obtuve respuesta. Entendí que no querías saber nada del pasado. Y hoy el pasado ha venido a mi juzgado.

- Tuve que casarme, nunca le quise, pero las circunstancias me obligaron a ello, y tu has visto el final. Quiero darte las gracias. Sin tu intervención mi vida hubiese acabado en la cárcel. He podido comprobar que cumples con tus promesas aún poniendo en riesgo tu carrera.

- ¿A que promesa te refieres?

Con una sonrisa en los labios Whana contestó.

- La noche que nos amamos por primera y única vez me susurraste al oído , unas palabras que aún resuenan en mi cabeza y que en aquel momento pensé que eran fruto del momento de placer.

* Siempre te amaré, aunque la vida nos separe*

- Me equivoqué. Después de treinta años, veo que eres un juez duro e implacable, pero que nunca olvida sus palabras.

Rápidamente Whana se acercó y le besó en la mejilla. Un beso que al juez le transportó al pasado.

- Adiós Stepy.


Whana en un instante, sin darle tiempo a reaccionar tomó el sendero que conducía a la salida del parque. El juez notó como sus ojos se humedecían. La silueta de Whana dibujada en el camino de salida caminando hacia la puesta de sol desapareció poco a poco. Por segunda vez desaparecía de su vida. En silencio Marquino tomó el camino de vuelta a casa.